FEACCU-Huesca reclama sea obligatorio detallar en el etiquetado la cantidad de grasas saturadas, azúcar y sal que contienen los alimentos y la presencia de «ácidos grasos trans»
La mayoría de los compradores no reconocen las grasas saturadas y las grasas «trans» en el etiquetado, a pesar de su potencial peligrosidad, según se desprende de los resultados de un estudio sobre «El consumidor español ante el etiquetado alimentario», realizado por la Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (CEACCU).
Desde esta organización, que se encuentra elaborando un estudio sobre las actitudes y opiniones del consumidor español ante el etiquetado alimentario, se ha dado a conocer algunos de los resultados de este trabajo, que se basa en una encuesta realizada sobre una muestra de 1.600 personas.
Según CEACCU -Confederación en la que está integrada FEACCU-Huesca-, los primeros datos recibidos (aún en espera de que sean cruzados y analizados con mayor detenimiento) demuestran que el etiquetado, hoy por hoy, no es una herramienta adecuada para asegurar el derecho a la salud y a la información de los consumidores.
FEACCU-Huesca recuerda que las enfermedades relacionadas con nuestra dieta (las cardiovasculares, la obesidad, la diabetes…) tienen que ver con el consumo excesivo de grasas, grasas saturadas, ácidos grasos trans, azúcar y sal. En concreto, las grasas saturadas y los ácidos grasos trans elevan los niveles de colesterol LDL («malo») de la sangre, incrementando el riesgo de enfermedad cardiaca.
Sobre los ácidos grasos «trans», la Asociación Provincial de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios destaca que la propia Agencia de Seguridad Alimentaria, en su Web sobre prevención de la obesidad, les atribuye los siguientes efectos: Aumentan los niveles en sangre del colesterol «malo» (colesterol LDL), disminuyen los niveles en sangre del colesterol «bueno» (colesterol HDL) y aumentan los niveles de triglicéridos en sangre. Así las cosas, la Agencia añade que «su consumo, incluso a niveles bajos, se asocia con un incremento del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares».
Respecto al azúcar, ésta no debe superarel 6-10% del valor energético total de la dieta, sin embargo, hoy por hoy, la cantidad de ésta en un producto aparece «camuflada» en el conjunto de los hidratos de carbono. Y, sobre la sal, se advierte que sus necesidades diarias son pequeñas: unos 4 gramos de sal por día, lo que equivale a 1,6 gramos de sodio diarios.
Ante estos datos, la Federación Provincial de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios prepara una batería de propuestas para mejorar la información de las etiquetas. Entre otras, pedirá que sea obligatorio identificar en el etiquetado de los alimentos las grasas trans, la cantidad de grasas saturadas, azúcar y sal que contienen y que las «grasas vegetales» salgan del anonimato, identificando su composición real.
AVANCE DE RESULTADOS
Grasas Trans: Mientras en España la Sociedad de Cardiología pide su prohibición por sus efectos negativos sobre el organismo y en Estados Unidos es obligatoria su identificación en el etiquetado desde 2006, se trata del compuesto más «opaco» para los consumidores.
Así se desprende de estos datos: De las expresiones y términos que con más frecuencia aparecen en el etiquetado, aquella cuyo significado menos se conoce es «grasas parcialmente hidrogenadas». Obtiene, del conjunto de una lista de veinte frases («colesterol», «con vitaminas», «antioxidantes»…) el mayor porcentaje de desconocimiento: el 43,2%. Además, preguntados sobre si una margarina vegetal con la expresión «grasas hidrogenadas» la puede tomar una persona con el colesterol alto, el 60% dice no saberlo. (La hidrogenación de las grasas es la principal fuente de ácidos grasos trans en nuestra dieta)
Grasas Saturadas: El 63,1% considera, erróneamente, que las «grasas vegetales» son «siempre» mejores que las grasas animales. Con esta respuesta, los encuestados pasan por alto que tras el término de «aceites vegetales» o «grasas vegetales» empleados en la elaboración de numerosos productos, se pueden esconder los aceites de coco o de palma, ricos en ácidos grasos saturados.
La sal tampoco se identifica completamente, pues, al preguntar qué productos debería sacar de la dieta una persona hipertensa, se señalan preferentemente las patatas chips, los embutidos y las aceitunas. Pero menos de la mitad repara en el contenido en sal o en sodio de las conservas de pescado o las bebidas isotónicas (sólo el 26% las considera inadecuadas)
Falta de comprensión: En cuanto a los términos de la etiqueta que se entienden con mayor dificultad, el 52,8% señala a las «frases relativas a sus propiedades saludables» como las más complicadas de entender. Además, el 64,1% afirma que no entiende la práctica totalidad de la información que aparece en el etiquetado de los alimentos.
El valor de la información nutricional: A pesar de su escasa comprensión, para los consumidores el «valor nutritivo» del producto se encuentra entre los datos que consideran más útiles de una etiqueta, así lo estiman el 40,4% de los encuestados, después de «caducidad» (que es el más valorado, con un 89,3%) y la «fecha de envasado» (valorado por el 41,4%).
La etiqueta, principal fuente de información sobre nutrición. La utilidad que se le atribuye los datos sobre el «valor nutritivo» del producto, explica que sea precisamente la etiqueta (antes que otros agentes como el médico o los amigos o familiares) el principal proveedor de información sobre nutrición para los consumidores.
La etiqueta ideal. Preguntados sobre cómo les gustaría que fuesen las etiquetas, el 70% pide que fuesen «más claras», un 60% que «sólo llevasen información útil» y un 54,9% considera necesario «que tuviesen la letra más grande»